viernes, 29 de abril de 2011

EL EROTISMO EN VÍAS DE EXTINSION.


De Sodoma a Jacques Chirac, de Onán a Internet, la vida sexual de la humanidad sigue un curso caótico pero previsible. Tomemos, por ejemplo, a la ciudad de Atenas en su apogeo, añadámosle una pizca de tantra, una cucharadita de cristianismo y de siglo XIX, un pellizco de amor cortés y un dedito de libertinaje. Agítese y se obtendrá ese cóctel agridulce que, a lo largo de los siglos, ha logrado la hazaña de combinar alternativamente la represión más absoluta con un laxismo tan ansioso como hipócrita. La historia del sexo está hecha de continuas idas y venidas entre la mano dura que ahoga toda pulsión sexual y una indulgencia transitoria, todo ello bañado en un mar de hipocresía, bajo la  pérfida mirada de la antigua moral judeo - cristiana.

A la libertad de Grecia y la “dolce vita” de la antigua Roma les sucede el intratable rigor del cristianismo, de la misma manera que a Agustín el Libidinoso le sucede, en algunos meses, San Agustín. Después de la dulzura del amor cortés llega el rigor del cinturón de castidad. Después de la sensualidad del Renacimiento llega la desazón de los puritanos. Y la fluctuación continúa. A la claridad de la Ilustración la releva el siglo XIX, tétrico e hipócrita. Y esa confusión es sólo un juego de niños comparado con nuestro siglo XX, que consigue mantener más contradicciones que en toda la historia.
Sería en efecto, difícil encontrar algo más sexualmente paradójico que este siglo que empieza con las ligas de virtud y las leyes anti pornográficas, y continúa con la planificación familiar, la revolución sexual, la píldora, el punto G, el nacimiento de la sexología, el cine porno, las sex shops y mucho más. Un siglo que  ve nacer el VIH SIDA, el injerto del pene, la píldora, los comandos anti-aborto, y acaba con una cierta confusión porque el sexo, a fuerza de estar omnipresente, no está en ninguna parte.
¿Cómo orientarse entre los que siguen rechazando el aborto, la contracepción y toda forma abiertamente sensual del sexo,  soñando con un improbable retorno al orden moral, y los demás que desean aprovechar plenamente el encanto de la modernidad?.
Los homosexuales enloquecen por el matrimonio burgués, el cual se les deniega,  y los heterosexuales ya no quieren oír hablar de él. Y como todo esto se ha vuelto demasiado complicado, como en esos tiempos que se creen pasados, la castidades, de nuevo, el no va más.
Sin embargo, no nos atreveremos a afirmar que la humanidad se ha vuelto casta,  pero reconozcamos que se encamina de forma asintótica y general hacia el grado cero del erotismo. Hoy en día se explica el amor y el flechazo como un pobre cóctel de hormonas, los misterios de la atracción como una trivial concordancia de genes. Esto no es más que una forma de decir que nadie es responsable de nada. Pero, pasado el estado de la demostración científica, parece   que no hemos adelantado mucho: la pornografía ya no es un negocio y hombres y mujeres lo trivializan diciendo cosas así: “Ya no se entiende nada”.
La televisión es un festival erótico y publicitario. Vemos a mujeres presas de una enajenación orgásmica ante una crema de chocolate y a hombres en éxtasis por poder comprarse un Saab a plazos. Bajo la forma de bostezo, se consigue un orgasmo,  realmente auténtico, por la asociación del Prozac, pastilla anti depresiva altamente normativa, y un aburrimiento profundo.
¿Tendríamos que deducir de esto que el sexo es mortalmente aburrido, o que puede prescindir de este preámbulo pasado de moda: la excitación erótica?
El erotismo no transige con la fruslería: ahora está en vías de extinción.
BEATRICE BANTMAN
Breve historia del Sexo.

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