miércoles, 22 de enero de 2014

EL PANICO HACIA LA HOMOSEXUALIDAD



El pánico homosexual que conmociona a ciertos colectivos políticos y religiosos no refleja, afortunadamente, el estado de ánimo de la gran mayoría de los ciudadanos. Por otra parte, su homofobia se alimenta de ignorancia y fanatismo.

La realidad es que pese a la discriminación que ha sufrido y aún sufren los homosexuales en varias partes del mundo, en los últimos años hemos sido testigos de un definitivo e irreversible cambio cultural en Occidente.


Hoy, personajes homosexuales son representados diariamente en series de televisión de gran audiencia, y no pocos gays y lesbianas de carne y hueso son respetados, admirados y hasta elegidos para cargos públicos. La mayoría de las personas conoce a alguien que es homosexual, acepta las relaciones del mismo sexo y apoya la igualdad de derechos. En casi todas las naciones europeas y en Canadá se reconocen legalmente las uniones homosexuales, y en Suecia, Islandia, Dinamarca y Holanda estas parejas pueden incluso adoptar niños. En Estados Unidos, más de la mitad de la población es partidaria de la legalización de estas relaciones, y diarios de prestigio, como The New York Times, incluyen en sus páginas de sociedad los enlaces de personas del mismo sexo. Aunque las leyes federales de este país no contemplan el matrimonio homosexual, en varios Estados estas uniones gozan ya de respaldo legal.

La causa exacta de la homosexualidad aún no se conoce. Cada día, sin embargo, más estudios científicos corroboran la noción de que se trata de una variación innata de los mecanismos biológicos y psicológicos que modulan la atracción romántica entre personas adultas, por lo que está fuera del control del individuo. En concreto, la orientación sexual parece configurarse en el cerebro del feto durante la gestación, mediante los efectos de las hormonas sexuales, andrógenos y estrógenos.

Algo que sí sabemos con certeza es que la homosexualidad no es una enfermedad, no se contagia, no es un vicio, no es la consecuencia de tendencias antisociales, ni la secuela de padres ineptos o de una infancia traumática. Tampoco está reñida con las virtudes más valiosas, incluyendo el respeto por la dignidad del ser humano, la capacidad de amar, la lealtad, la honestidad, la valentía, la espiritualidad, el altruismo y la creatividad.

Es obvio que los hombres y las mujeres homosexuales no han entorpecido en absoluto la continuidad de nuestra especie. Por el contrario, a pesar de no sumar más de un 4% de la población, son numerosos los genios gays de las artes y las ciencias que han contribuido y contribuyen a la evolución y mejora del género humano.

El horror fanático a la normalización social de la homosexualidad implica la devaluación irracional y cruel de estos hombres y mujeres como seres humanos. La demonización de los homosexuales satisface, además, la necesidad compulsiva y nefasta de dividir tajantemente a nuestros compañeros de vida en "buenos" y "malos". En este sentido,  mezclar a un  Dios en el debate de las relaciones homosexuales es un gran error. La homosexualidad no es una cuestión religiosa, ni tampoco moral, sino un desafío social, político, legal y, sobre todo, un reto a nuestra razón y a nuestra humanidad. 


 http://www.luisrojasmarcos.com/art/art.2003.10.18.htm

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