ACLARACIONES SOBRE EL MATRIMONIO Y UNIÓN DE HECHO ENTRE PERSONAS DEL MISMO SEXO
Por: Bruno Bimbi
Por: Bruno Bimbi
El matrimonio, según el diccionario de la Real Academia Española, es la “unión de hombre y mujer”, ¿Llamar matrimonio a las uniones de dos hombres o dos mujeres va en contra de nuestra lengua?
La palabra matrimonio viene de de mater, que significa madre.
¿Jamás podría haber matrimonio entre dos hombres?
Eso no explicaría la oposición al matrimonio entre dos mujeres.
Matrimonio viene de mater, pero también de monĭum, que significa gravamen, por la mayor carga que llevaba la mujer, según la idea de matrimonio que tenían los antiguos: los matrimonios de hoy son diferentes a los de la época del Imperio Romano. Pero si nos rigiéramos por la etimología para determinar los alcances de una institución jurídica, el 'patrimonio' y la 'patria potestad', que vienen de pater, deberían ser exclusivos de los varones, como de hecho lo eran antiguamente; el 'salario' debería pagarse en sal y a eso que cobramos en dinero tampoco podríamos llamarle 'sueldo', que era la retribución que recibían los soldados. Por otra parte, para ganarnos el pan tendríamos que someternos a la tortura, ya que 'trabajo' viene detripaliare, que significa “castigar con el tripaliu”. 'Familia', otra palabra importante para este debate, viene de famulus, que significa sirviente o esclavo, y era antiguamente el conjunto de las propiedades del pater familias, incluyendo esclavos y parientes.
¿Es la finalidad del matrimonio es la procreación, el cuidado de los hijos y la preservación de la especie?
Si así fuera, debería prohibirse el matrimonio a las personas estériles o a las mujeres después de la menopausia. Sería necesario instaurar un examen de fertilidad previo al casamiento y que cada pareja jure que va a procrear, bajo pena de nulidad si no lo hiciere en un determinado plazo. Lo cierto es que las personas no se casan para tener hijos. Se casan porque se aman, tienen un proyecto de vida en común y quieren recibir la protección que la ley garantiza a los cónyuges. Algunas parejas se casan y nunca procrean, porque no pueden o no quieren, y otras tienen varios hijos sin casarse nunca.
¿El matrimonio es un sacramento religioso?
El matrimonio es un contrato entre particulares. Lo fue antes de que la religión lo adoptara y lo transformara en un sacramento por razones políticas y económicas. Y recién en el siglo IV, en Roma, el matrimonio homosexual fue prohibido por decreto del emperador, luego de la adopción del cristianismo como religión del Imperio.
En 1887, una pareja (heterosexual) de religión bautista reclamó ante la justicia por su derecho a casarse pese a no ser católicos. La Iglesia, enfurecida, calificó el matrimonio civil como “torpe y pernicioso concubinato” que provocaría “la destrucción de la familia”, y dijo que todo era consecuencia de “la prostituta de la historia que es la Revolución Francesa”.
¿Va el matrimonio homosexual a destruir la familia?
Es justamente el mismo argumento que usaba la iglesia en 1887: “el matrimonio civil va a destruir la familia”. Y en 1987: “la ley de divorcio va a destruir la familia”. La legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo no afecta en nada a las parejas heterosexuales e incluye y reconoce los mismos derechos a las parejas homosexuales. De modo que fortalece la familia, porque amplía la protección del Estado a miles de familias que hoy están desprotegidas.
¿Es la homosexualidad antinatural y anormal?
Si a lo largo de la historia y en todas las épocas y culturas hubo siempre una proporción más o menos estable de personas homosexuales, y si en varias especies animales está comprobado que también existe la homosexualidad, es evidente entonces que esa posibilidad es parte de la naturaleza de los seres humanos, entre otras especies. Muchas veces se confunde mayoría con normalidad y minoría con anormalidad. Los zurdos fueron por mucho tiempo considerados anormales y se los castigaba para obligarlos a escribir con la mano derecha. Los pelirrojos, las personas de ojos celestes y los genios de las matemáticas también son minoría, y no por eso hay que cercenarles derechos.
El matrimonio proviene de la naturaleza. ¿Es el matrimonio homosexual natural?
El matrimonio homosexual es tan antinatural como el matrimonio heterosexual. Los animales no se casan, ni se heredan, ni son fieles, ni sacan un crédito juntos para comprar la casa. La patria potestad, el apellido, la herencia, la obra social, los derechos migratorios, los bienes gananciales son invenciones humanas. El ser humano vivió sin matrimonio por millones de años hasta que lo inventó.
El matrimonio es un producto de la cultura "machista" y a lo largo de la historia fue cambiando y seguirá haciéndolo respondiendo a nuevas necesidades y costumbres. Pero tampoco es natural la medicina, ni la ciencia, ni los libros, ni las partituras de Mozart, ni el diario, ni el papel, ni la tinta, ni la luz eléctrica que ilumina al lector dentro de su casa. Y no por ello rechazamos todas esas cosas. No existe ninguna ley de la naturaleza que regule quién puede casarse. Las leyes naturales se ocupan de cosas como la gravedad, la reproducción de las células o la fotosíntesis.
Del matrimonio se encargan las leyes civiles.
¿Si todos fuéramos homosexuales, se extinguiría la especie?
La realidad es que no somos todos homosexuales, ni todos heterosexuales. Hay de ambas cosas en este mundo. Y reconocer a las parejas homosexuales los mismos derechos que tienen las parejas heterosexuales no cambiará esa realidad.
¿Ha sido siempre el matrimonio entre varones y mujeres?
No. En la antigua Roma, el matrimonio, que era un contrato privado celebrado entre particulares, podía realizarse también entre personas del mismo sexo, pero en el año 342 d.C. ello fue prohibido por el Imperio, en consonancia con la adopción del cristianismo como religión estatal. Sin embargo, en los años siguientes, continuaron realizándose. Con el pasar de los años, la confusión entre religión y ley civil y la persecución contra los diferentes comenzaron a crecer. Actualmente, el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en Bélgica, Holanda, Noruega, España, Suecia, Sudáfrica, Canadá y en los estados norteamericanos de Massachusetts, Connecticut, Iowa, Vermont, Maine y New Hampshire. Es probable que pronto se legalice en Portugal, Argentina, Eslovenia y en el estado de Nueva York. Sin embargo, supongamos que nada de ello fuera así. La esclavitud siempre había estado permitida hasta que se prohibió, las mujeres nunca habían podido votar hasta que conquistaron ese derecho, la segregación racial era una triste realidad en varios países hasta que fue abolida. Que algo haya sido siempre de una determinada manera no significa que no pueda (y a veces deba) cambiar. Otro ejemplo: en Estados Unidos, hasta la década del 60, estaban prohibidos los matrimonios interraciales, hasta que un fallo de la Corte Suprema abolió la prohibición.
¿Pero cuál es la importancia del nombre?
Mientras el Estado no reconozca las relaciones de pareja entre dos hombres o dos mujeres y las familias que estas parejas forman en igualdad de condiciones, con los mismos derechos, la misma dignidad y el mismo respeto, habrá un mensaje simbólico muy fuerte, emanado de la autoridad pública, que dice que esas parejas, y por lo tanto quienes las forman, no merecen el mismo respeto como personas. Y está claro que eso es lo que quieren quienes se oponen, como cuando en España se aprobó el voto femenino y algunos planteaban que no se llamara “voto”, sino “derecho a la participación política de la mujer”, porque “el voto es un atributo esencialmente masculino”. Cuando a los negros los obligaban a sentarse en el asiento de atrás en los colectivos, todos los asientos eran igual de cómodos, pero aceptar la humillación de irse al fondo con la cabeza agachada significaba resignarse a ser tratados como escoria. El reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo, junto a otras medidas urgentes que nuestra democracia debe tomar, tendrá también la función de educar a las futuras generaciones sin prejuicios, para que los adolescentes gays y lesbianas de mañana no tengan que vivir escondidos en el armario, avergonzados, llenos de culpa y muertos de miedo, o permitiendo las burlas de sus compañeros y el rechazo de sus familias.
¿Pero para qué quieren casarse los homosexuales si el matrimonio es una institución burguesa y patriarcal en decadencia?
El matrimonio es la institución jurídica que protege los derechos de las parejas y de las familias, y su valor va mucho más allá de los aspectos cuestionables que tenga. Hay mucho que cambiar en el matrimonio, hay muchas cláusulas que aún responden a otras épocas, que son machistas, patriarcales o que permiten una invasión desmedida del Estado en la intimidad de la pareja. Pero esos cambios no les corresponde hacerlos sólo a los y las homosexuales, sino a todos. Deben ser fruto de la evolución de esa institución. Lo primero es conquistar la igualdad jurídica para todos y todas. Cuando un grupo de obreros despedidos luchan para ser reincorporados a su trabajo, eso no significa que estén de acuerdo con el salario de hambre que cobran o con la precariedad de sus condiciones de trabajo. Cuando las mujeres pelearon para poder votar, eso no significaba que la democracia representativa fuera perfecta y no necesitara cambios. Discutir los cambios que necesite el instituto del matrimonio no puede ser un requisito previo para que las parejas homosexuales dejen de estar desamparadas por el Estado. Primero respetemos el principio constitucional de igualdad ante la ley y después aceptamos pasar a otro tema.
¿Qué pasa con la adopción de niños?
Ninguna ley prohíbe la adopción a las personas homosexuales, estén solas o en pareja, ni tampoco les prohíbe procrear –muchas lesbianas, por ejemplo, lo hacen mediante fertilización asistida– de modo que ya hay cientos de niños con dos mamás o dos papás. Lo que una persona homosexual no puede hacer, por no poder contraer matrimonio, es co-adoptar con su pareja, lo cual no significa que no pueda convivir con el niño o niña y su pareja en el mismo hogar: esas familias ya existen. Sin embargo, esos niños son legalmente hijos de uno/a solo/a de sus padres o madres. Su otro papá, o su otra mamá, no puede ir a buscarlos a la escuela, autorizar una operación de urgencia en un hospital o inscribirlos en la obra social y los niños no pueden heredarlo/a, ni reclamarle alimentos o pedir un régimen de visitas en caso de separación. Eso es lo que la reforma de la ley va a cambiar: que todos los chicos tengan los mismos derechos.
¿Y esos niños no van a ser homosexuales?
Si lo fueran, no habría nada de malo en ello, ya que la orientación homosexual no es ni mejor ni peor que la orientación heterosexual, sino simplemente distinta. Esos niños tendrán la orientación sexual que deban tener, más allá de quién los crié. Por otra parte, las estadísticas, en todo el mundo, demuestran que los porcentajes de niños adoptados por parejas gays cuya sexualidad resulta ser heterosexual u homosexual son los mismos porcentajes que se dan entre los niños criados por parejas heterosexuales. De hecho, la inmensa mayoría de los gays y las lesbianas tienen un papá y una mamá heterosexuales.
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